Me quedo con mejorar la conciencia sobre
la necesidad de conservación del medio ambiente y educar en respeto entre los
distintos colectivos que tienen necesidad de ocupar y desplazarse por las vías
públicas
Que tiempos
aquellos cuando por la avenida de la Constitución de Sevilla, antigua de Jose
Antonio, y aun más antigua de Génova, se podía pasear cómodamente por sus
amplias aceras. Escoltadas en su parte exterior por los clásicos naranjos de
fruta agria que daban algo de sombra en las meses más calurosos. Además de las
amplias aceras, había calzada para la circulación de vehículos, un carril en
cada dirección. Pero el peatón estaba perfectamente protegido gracias al
adoquín de granito de importante altura que imposibilitaba el acceso, incluso,
de vehículos despistados a las aceras. Aquellos peatones podían disfrutar,
hasta en el más mínimo detalle, de la grandiosidad de la Santa Iglesia Catedral
y de otros edificios de notable merito.
Si hoy usted comete la osadía de adentrarse en
esta avenida, ya totalmente “peatonal” le recomiendo que active todas su alertas;
Tenga cuidado con el traicionero metro-tren, ataca por la espalda y sin hacer
el mas mínimo ruido, aunque al menos al estar visibles las vías por las que circula
le puede dar alguna ventaja. De igual manera en cuanto a lo silencioso están
las bicicletas pero tienen el agravante de que salen por todas partes y
circulan en todas direcciones, aunque lo más grave es el empoderamiento que
ejercen muchos de sus conductores que se creen por encima del bien y del mal.
Por último están los nuevos e infinitos artilugios motorizados, pero que tienen
gula papal, por utilizar energía eléctrica que no contamina… en ese momento,
pero que ya contaminó al producirse la energía que consume a partir del
petróleo. Si prolonga el paseo y se adentra en la Plaza Nueva que preside San
Fernando, más que una plaza parece una chatarrería por las miles de bicicletas
allí estacionadas como sucede con otros muchos espacios de excelsa belleza de
nuestra ciudad, antes de la proliferación de los aparcamientos de estos
vehículos de tracción humana. Esta situación es extrapolable a toda la
geografía española, especialmente en estos días a Madrid-Centro.
La
progresía no trata de mejorar el medio ambiente, aunque pueda parecerlo a corto
plazo, solo busca desautorizar lo ya existente, lo mejorable, pero también lo
que funciona e imponer sus criterios. El máximo icono a eliminar y con ello
muchos cientos de miles de puestos de trabajo de los más humildes, son los
coches. Desconozco las razones, aunque
las intuyo, pero hoy, un kilometro de carril-bici le cuesta al contribuyente
casi más que uno de autopista y si hablamos de mantenimiento de los mismos,
váyanse a los presupuestos de anteriores años de Sevilla y asómbrense. Me quedo
con mejorar la conciencia sobre la necesidad de conservación del medio ambiente
y educar en respeto entre los distintos colectivos que tienen necesidad de
ocupar y desplazarse por las vías públicas.
Faustino.
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