LA ECONOMIA INSOSTENIBLE

martes, 1 de diciembre de 2009

Usar y tirar es el modelo socio-económico y medio-ambiental que nos impusieron a partir de los años ochenta las grandes multinacionales de la distribución, eso si apoyadas por las distintas administraciones públicas.

Nuestros gobernantes en aquella década, apoyaron la implantación de esta forma de vida. Parecía que había llegado a España y más concretamente a Andalucía, ese Plan Marshall que en otra época nunca llegó. Vinieron las grandes multinacionales con sus grandes superficies, instalándolas por todas partes. Se les regalaba los terrenos, se les subvenciona su construcción, la maquinaria, la mano de obra, los SS.SS de los trabajadores. Nos enseñaron como consumir, pero sobre todo... como consumir más. Se diseñaron los viales siempre orientados hacia estas Grandes Superficies. Se dejaron de construir locales comerciales en las futuras urbanizaciones, empezaron a aumentar las distancias, (la de coches que se vendieron con la excusa de hacer la compra en el hiper). Y así nació a grosso modo, la filosofía de Usar y Tirar. Naturalmente aquellos polvos, trajeron estos lodos en forma de consecuencias sociales y medio-ambientales.

Hoy convivimos con las Grandes Superficies igual que lo hacemos con el sol, el aire y nuestros vecinos, esto es, las vemos como una cosa normal sin ser conscientes de los problemas y consecuencias, que su implantación, ha originado en nuestras vidas.

Es más popular el tan traido y llevado cambio climático, se nos llena la boca con la palabra sostenibilidad y sin embargo no nos damos cuenta, que el modo de vida que hemos aceptado provocan unos hábitos de vida con los que colaboramos a dañar nuestro medio ambiente local, el de nuestros pueblos y nuestras ciudades.

La mayoría de las urbanizaciones construidas en torno a las grandes superficies o en su entorno y que han multiplicado las viviendas existente hasta la fecha, fueron construidas sin locales comerciales, haciendo del todo imposible, hacer la compra, comprar el periódico o tomarse un café sin utilizar el coche, creando una dependencia total del mismo. multiplicando con mucho el consumo de carburante y como consecuencia el CO2 expulsado a la atmósfera.

Para restar dificultad a los clientes de los centros comerciales en el traslado a estos, la oferta de bebidas que se hacía en cristal retornable, pasó a hacerse en no retornable, imaginen la cantidad de envases con los que tendríamos que cargar los clientes de bebidas en general, ya sea semanal, quincenal o mensualmente.

Se imponía, como modelo para las Grandes Superficies, el modelo de envase no retornable, entonces, ¿cuánto se ha multiplicado el consumo de energía necesaria tanto para producir esta ingente cantidad de envases? ¿cuánto ha aumentado la contaminación medioambiental derivada de la producción y reciclaje de estos envases teniendo en cuenta que la energía consumida procede de combustibles fósiles, cuyos residuos, en forma de gases de efecto invernadero procedentes de su combustíon, van directamente a la atmósfera?

El efecto derivado de la implantación de la Gran Superficie ha impregnado nuestras vidas modificando sustancialmente nuestra anterior forma de vida.

Pensemos, por ejemplo, en la línea blanca, los electrodomesticos. En todo tipo de electrodomésticos, la dependencia del servicio técnico era una dificultad añadida para la gran superficie, por este motivo, fueron buscando fórmulas para que estos electrodomésticos no tuvieran esa dependencia, abaratando de tal manera el precio para que no mereciera la pena la reparación de estos. El consumo por parte de las familias se multiplico al rebajarse de forma importante la vida media de los electrodomésticos y con ello nuevamente el consumo añadido de materias primas y energía, tanto para la fabricación como para la destrucción de los mismos.
Se orientó a los clientes hacia una moda de vestir más económica y casi de renovación anual, multiplicando de la misma manera la necesidad del tejido sintético necesario para esta demanda, con las mismas consecuencias de las anteriormente citadas.

En los muebles se dio la misma situación que en los casos anteriores, debido a la filosofía de usar y tirar. Antes una familia a lo largo de su vida para el mobiliario doméstico necesitaba a lo mejor cinco metros cúbicos de madera, ahora necesitaría 50, imaginen esta cantidad trasladadas a árboles talados, a materias primas sintéticas y a energía consumida.

Por último, todos los productos allí existentes están acompañados por el plástico, ya sean en muebles, envases, retractiles o las infinitas bolsas para trasladar cómodamente las compras al coche. Solamente la desaparición de este producto, justificaría la desaparición de esta filosofía de vida en la que actualmente vivimos.
Pero si todo esto es casi irreparable para el medio ambiente, no es nada comparado con el daño social a la que esta fórmula de vida nos ha llevado.

Hemos perdido la mejor manera de interrelacionarnos. Hemos olvidado porque y para que nacen las ciudades, porque surgieron los mercados o ferias. Esta interrelación fue la que dio lugar a que la humanidad prosperara, la misma que ahora estamos empeñados en destruir, ya que nuestra vida gira en torno a nuestras viviendas, a las que vamos a dormir, una TV llena de anuncios que nos incitan al consumo y unos Grandes Centros Comerciales y Grandes Superficies que llenan nuestro tiempo libre, en los que no cabe la vida social ya que están pensados para que dediquemos nuestro tiempo al consumo.

Y paradójicamente, aumentando el consumo de materias primas y energía, la producción y la actividad industrial derivada de estas actuaciones, no hacemos sino que destruir empleo, curiosa y pérfida paradoja de nuestro modelo económico que, además de insostenible, es antisocial e injusto.

Todavía estamos muy a tiempo de enmendar esta situación, de desarrollar un auténtico modelo de economía sostenible, pero para eso lo que realmente hace falta, por encima de todo, es que todos los estratos sociales y políticos nos impliquemos de verdad y dejemos nuestros intereses y, muy especialmente, la demagogia a un lado. Otro modelo económico es posible y deseable para el Siglo XXI que hemos empezado y en el aún no hemos entrado.

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